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Ocho poemas de Charles Simic



EL ESCONDITE

No he encontrado a nadie
de la vieja banda.
Deben de estar aún escondidos,
aguantando el aliento
e intentando no reírse.

Nuestra calle no está en su mejor momento,
hay ventanas rotas por doquier
allí donde en las noches de verano
escuchábamos a parejas que discutían
o las veíamos bailar con la radio encendida.

La pelirroja de la que todos
estábamos enamorados,
que se sentaba en la escalera de incendios
fumando hasta bien entrada la noche,
debe de estar escondida también.

El flacucho con muletas
que siempre llevaba un libro
no puede haber ido muy lejos.

La oscuridad llega temprano
en esta época del año
y se vuelve difícil
distinguir las caras familiares
entre tanto rostro extraño.


LECCIÓN DE ASTRONOMÍA

La risa sorda
de las estrellas
en el cielo nocturno
nos dice
cuanto necesitamos saber


HISTORIA GRIEGA

            Para Hugh y Alisa

Dónde puedo cocinar algo para esta gente
cuyo barco se ha hundido en el mar
La anciana preguntaba a todo el mundo
Dónde puedo cocinar algo para esta gente

Acurrucados unos junto a otros y llorando
O sentados a solas con su dolor
Dónde puedo cocinar algo para esta gente
que navegó hacia nosotros en este día tormentoso

El cielo no escucha los gritos
De los náufragos pero yo sí
Dónde puedo cocinar algo para esta gente
La anciana preguntaba a todo el mundo

Y los muertos llegaban empapados a tierra
Abriendo sus ojos como niños
Arrojados desde un mal sueño
Avanzando para besar su mano


ENTRE MIS ÚLTIMOS VISITANTES

se encuentra también una vaca
cuyos ojos los soldados
extrajeron con un cuchillo
antes de prender fuego
a un puñado de paja atada a su rabo
para que corriera a ciegas
por un campo de minas
y después de eso por mi cabeza
de vez en cuando


EL SUEÑO AMERICANO

Cuando Arlene se empolva la nariz
en el espejo de su vestidor
y ojeando sus pechos desnudos
desliza el algodón un poco más abajo
para rozarse un pezón
mientras en la televisión un predicador
pide a su congregación que rece
y le envíe más dinero hoy mismo
a eso se le llama El Sueño Americano. 


LA MANO QUE MECE LA CUNA

Tiempo -ese asesino
al que nadie ha pillado aún


CONCURSO NOCTURNO

¿Tiene Charles Simic miedo a la muerte?
Sí, Charles Simic tiene miedo a la muerte.
¿Reza al Señor allá en los cielos?
No, tontea con su mujer.

Su conciencia, ¿le fastidia a menudo?
Se deja caer para una cháchara de vez en cuando.
¿Está preparado para encontrarse con su Hacedor?
Tanto como la ardilla que cruza la carretera.

Como una lata vacía de cerveza pateada
por un joven alto como una cometa
de un callejón oscuro a otro
tropieza y cae mientras tanto.



BARCO FANTASMA 

Esos momentos felices
            que fingen
que nos acompañarán siempre--
marchan pronto,
            sin despedirse.
¿Qué prisa tendrán?,
            me oigo decir a mí mismo.

Tienes derecho
            a guardar silencio,
la noche me dijo
            cuando estaba sentado en la cama
haciendo planes
            para retener al siguiente
cautivo en mi mente.

Recuerdo una ventana abierta de par en par
            un día de verano
con una gran vista de la bahía
            y una nube en medio del azul
pálida como el caballo
            que a la muerte le gusta montar.

Es siempre un placer pegar la hebra,
            la nube solitaria
me dijo
            mientras iba a a deriva hacia el mar,
hacia algún
            barco en el horizonte,

que de hecho ya había
            zarpado
y se disponía a desaparecer
            y perderse de vista,
de camino a un puerto
            y un país
sin nombre.

            Un barco fantasma,
muy probablemente,
            pero mío de todos modos.

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