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Una entrevista con Ana Blandiana

  

ANA BLANDIANA: “EMILY DICKINSON HA SIDO MI PROFESORA DE ECONOMÍA”

 

Martín López-Vega

 

Ana Blandiana (Timisoara, 1942) es uno de los mayores referentes de la poesía europea actual, y sin duda un referente moral en su país, Rumanía, lo que ha llevado a que se la compare con la rusa Ana Ajmátova o el checo Vaclav Havel. Autora de una novela, nueve ensayos, relatos fantásticos y un buen número de libros de poemas, es también una autora bastante publicada en nuestro país. Periférica ha publicado hasta la fecha sus libros de relatos Proyectos de pasadoLas cuatro estaciones; y Pre-Textos, los libros de poemas Mi patria A4El sol del más allá y El reflujo de los sentidos, y, recién salido de la imprenta, Octubre, noviembre, diciembre.

Hija de un sacerdote ortodoxo perseguido y encarcelado por el régimen comunista, quedó por ello marcada como “hija de un enemigo del pueblo”. Tras la publicación de su primer poema en una revista en 1959 le fue prohibido estudiar en la universidad. Ello no impidió que desarrollase una amplia actividad editorial, ni que se convirtiese en una poeta seguida y admirada, cuyas lecturas poéticas, a finales de los 60, eran retransmitidas por la televisión. En 1984, la publicación de su poema “Todo” llamó por última vez la atención de la censura, que rápidamente retiró la edición completa. En aquel poema, Blandiana comparaba, valiéndose de pequeños detalles exactos, la Bucarest oficial que retrataban los medios del estado con la que vivía el ciudadano de a pie. Tras la caída de Ceaucescu Blandiana se involucró activamente en la vida pública, convirtiéndose definitivamente en el símbolo de las libertades en que se ha convertido para los rumanos.

Como poeta, el mejor retrato de sus intenciones son estas líneas incluidas en su libro de ensayos Miedo a la literatura (parcialmente traducido al catalán por Corina Oproae con el título La por de la literatura): “Uno de los pocos criterios válidos a la hora de juzgar unos versos es el de la obligatoriedad, el hecho de que no podían no haber sido escritos, el hecho de que su transcripción al papel ha sido para el autor una necesidad vital, una condición de supervivencia”.

Después de coincidir un par de días atrás en el Centro de Poesía José Hierro de Getafe con motivo de la primera fecha de una apretada gira española, nos vemos para la entrevista en una cafetería de la calle del Prado de Madrid. Cuando empiezo a tomar notas, Ana Blandiana bromea con Viorica Patea, profesora de la Universidad de Salamanca y su traductora al español: “míralo, cuatro años en Estados Unidos y ya viene escribiendo con la mano izquierda”. 

Durante la presentación de Ana Blandiana en el Centro de Poesía José Hierro le pregunté curioso por su árbol genealógico y ella lo hizo partir de una extraña pareja, que raramente suele citarse al alimón: Rainer Maria Rilke y Emily Dickinson. Así que para empezar le pregunto que si puede explorar un poco más la conexión entre ambos.

-La poesía de Rilke es tal vez la que me resulta más cercana; representa la forma más pura de poesía, por lo esencial de su uso de las palabras, por esa idea implícita de que la poesía tiene que sugerir cada vez más usando cada vez menos palabras, hasta llegar a la situación absurda de no decir nada pero sugerirlo todo. 

Es una idea que ya estaba en un texto suyo titulado “La poesía entre el pecado y el silencio”, fruto de una conferencia que dictó en Italia, en el centro Montale, y que Patea ha situado con acierto como complemento a su traducción del último libro de poemas de Blandiana hasta la fecha, Mi patria A4 (Pre-Textos). A menudo Blandiana recurre para responder a citas de algo que ya ha escrito y que, por tanto, no quiere decir de otro modo por riesgo a decirlo peor. 

-De Emily Dickinson me atrae algo parecido, su horror ante las palabras... Emily Dickinson ha sido mi profesora de economía (de las palabras). También me ha influido mucho el tratamiento que otorga a la naturaleza; ella no habla de paisajes grandiosos, sino que describe con lupa una hormiga, una hoja... y al mirarlos tan de cerca, los transforma. De Rilke me interesa mucho también la relación que establece con Dios, que es una relación de igualdad.

Le digo que el otro día, mientras ella hablaba de ambos, yo me imaginaba unos rilkeanianos angelotes diminutos volando junto a las avispas del jardín dickinsoniano, y de cómo pienso que esa mezcla representa muy bien el tipo de ironía que se encuentra en poetas como ella o Wislawa Szymborska, que es una cercanía irónica, y no la distancia irónica de la que siempre se habla, más característica de poetas como Joseph Brodsky o Zbignew Herbert. “Es muy interesante”, me dice, “pero no he pensado en ello”. Luego, releyendo Miedo a la literatura, reparo en un paso en el que habla de la obra de Emily Dickinson como de una “Divina Comedia de bolsillo” donde “se mezclan la Abeja con la Inmortalidad, el Éxtasis con la Mariposa, la Divinidad con el Rubí, el Vergel con la Agonía, el Mirlo con la Angustia, todos escritos con inquietantes mayúsculas e investidos de poderes milagrosos, desquiciantes y difíciles de definir”.

Le pregunto por el título de su primer libro, titulado Primera persona del plural, que llama la atención en una poeta poco dada –en sus libros, su biografía, como es sabido, es otra cosa a las efusiones de lo colectivo.

-Hay que tener en cuenta la época en que lo escribí, y la edad que tenía entonces. Una adolescente se siente capacitada para hablar en nombre de su generación, porque las generaciones sólo existen cuando somos jóvenes; a los ochenta años no hay generación que valga. Además, ten en cuenta que un título así hacía el libro mucho más fácil de publicar, dado que enlaza con una idea muy comunista...

-¿Cómo ha afectado a su escritura, con el paso de los años, convertirse en una especie de portavoz intelectual de Rumanía?

-Antes de 1989, de la caída del muro de Berlín y de todo lo que trajo consigo, lo que yo escribía, es cierto, afectaba a mucha gente, todo el mundo me escuchaba, mis protestas tenían mucho eco. Ahora mismo sólo me represento a mí misma. Aunque si hay un movimiento de resistencia al régimen no tengo ningún inconveniente en poner mi crédito poético al servicio de una buena causa.

-Quería preguntarle por un par de aspectos que están en su obra no de un modo transparente, pero sí, de algún modo, en la actitud. Por ejemplo: el humor.

-El humor en Rumanía es muy importante, mucho más que en otros países. El pueblo rumano es muy propenso al humor. Fue una forma de resistencia, mediante la sátira, los chistes... una manera de reírse de la dictadura e intentar sobrevivir, de descargar tensión, de aliviarse. Pero lo cierto es que, dado que un chiste hace desaparecer la tensión, no se produce una verdadera protesta, sólo un alivio fácil.

»La psicología del pueblo rumano es abisal; el humor va siempre en paralelo con el fatalismo. En los cuentos populares rumanos siempre llega un momento en el que las cimas de dos montañas comienzan a pelearse entre ellas. Eso es Rumanía, un territorio en el cruce de tres grandes imperios que pelean entre sí. En esa situación, el pueblo rumano, que no tenía ninguna posibilidad de vencer, se vuelve fatalista, y recurre al humor, que a veces aparece en forma de préstamos lingüísticos del turco o del alemán, pero cambiando su significado de forma humorística, un modo sutil de reírse del imperio otomano o del austrohúngaro. Por ejemplo, “hasna” es una palabra turca  que quiere decir “tesoro del sultán”, pero que en rumano quiere decir “desagüe”. En alemán, un “smecher” es un catador de vinos, pero en rumano es alguien astuto, oportunista. 

-Otra estrategia por la que me gustaría preguntarle es el uso de lo fantástico, de forma muy abierta en su obra en prosa, y más sutil en su poesía, como proceso, como forma de estar “alerta ante lo posible”, que diría Denise Levertov.

-En un relato de Las cuatro estaciones aparece esta frase que resume lo que pienso de lo fantástico“Lo fantástico no se opone a lo real; es sólo su representación más llena de significados. Al fin y al cabo imaginar significa recordar” (“La primavera”) . Es una forma de otorgar un significado más hondo a las cosas. A través de lo fantástico las cosas se impregnan de significado. Es también una forma de introducir los recuerdos en la escritura: el elemento biográfico se trasvasa así al arte, transformado. Lo fantástico, por otro lado, es un elemento inherente a la poesía, más característico de la poesía que de la prosa, pese a lo que suele creerse. 

-Sí, pensaba en “lo fantástico” más como estrategia de apertura a los múltiples significados de aquello de lo que se habla más que como género.

-Ah, sí. 

Hablamos de su estancia en Iowa, de donde yo acabo de llegar, allá por 1974, cuando yo aún no había nacido. “Entonces, especialmente si venías de la Rumanía comunista, no era sólo otro país, era como un planeta distinto”, me comenta.

Le pregunto entonces por algunos escritores rumanos, interesado por comparar lo que sabemos de ellos de este lado con la impresión que de ellos pueda tener una lectora rumana como Ana Blandiana. Comienzo por Lucian Blaga.

-Es uno de los poetas rumanos más importantes, sin duda alguna. Uno de los más originales, el más filosófico; y eso que acabó sus días como un simple bibliotecario, Rumanía llegó incluso a protestar de forma oficial cuando fue nominado como candidato al premio Nobel. Pero sin duda es el más importante poeta rumano de la primera mitad del siglo XX, y como filósofo es autor de un sistema filosófico muy original. Pero claro, sufrió mucho durante esos últimos quince años de poeta prohibido, los mismos años en los que Brancusi quiso donar su obra al estado rumano y la respuesta que recibió fue que lo suyo no era arte y Rumanía no lo necesitaba para nada.

»Como filósofo merece ser traducido, pero en este momento, parece que tanto en el Este como en Occidente no interesa nada más que el marxismo y los sistemas filosóficos no le interesan a nadie. De él he aprendido muchas cosas, sobre todo desde el punto de vista estético: por ejemplo, que en un poema una metáfora es más importante que diez metáforas, que es más importante que un poema transmita una visión única, y no un conglomerado de elementos estéticos.

Le pregunto después por uno de mis poetas rumanos favoritos, Marin Sorescu.

-Es compañero mío de generación, así que tengo una mirada algo diferente, más cercana. Creo que es más importante como dramaturgo que como poeta. Tal vez porque cuando es dramaturgo sigue siendo poeta, pues sus dramas siempre se basan en grandes metáforas, como en Jonás, una obra en la que el protagonista lucha por salir del vientre de la ballena, y cuando lo consigue descubre que la propia ballena estaba dentro del vientre de una ballena mayor, y así sucesivamente, cada vez que logra escapar se encuentra en el vientre de una ballena aún mayor. Es un autor teatral muy importante en Rumanía; para cualquier actor su gran momento llega cuando representa un papel de Sorescu.

»Como poeta, es muy conocido en el extranjero quizás porque su lenguaje es más sencillo, y tiene mucho humor. Pero creo que a su poesía le falta lirismo.

-Uno de mis sueños como editor es publicar un libro suyo de poemas algo intraducible, La Lilieci.

-En ese libro, que es el último suyo, su estilo cambia por completo, es un libro de poesía posmoderna, en el que da voz a todos los campesinos de su pueblo, con astucia, humor, sí, pero también filosofía... Él no pertenece a la generación de los posmodernos pero de algún modo se adelanta a ellos. Es un libro muy difícil, de un lenguaje muy dialectal, muy específico de su región, Oltenia; incluso yo tengo alguna dificultad al leerlo, por ser de otra región, Transilvania.

Le pregunto entonces por una poeta muy distinta, y a Blandiana se le escapa un gesto de sorpresa al oír su nombre: Nina Cassian.

-Sí, es otra clase de poeta... Comenzó como surrealista, después se convirtió al realismo socialista, pasó por un período estalinista hasta que un día se marcha a Estados Unidos y allí se convierte en una escritora anticomunista, después de haber sido la poeta del régimen... 

Blandiana no se exilió nunca; formó parte de la resistencia interna al régimen. Ahora, tras la caída del comunismo, es casi inexcusable preguntarle por el inevitable desencanto que habrá traído descubrir que el capitalismo está muy lejos de ser un sistema paradisíaco.

-Claro que existe un desencanto. Para mí es un desencanto de tipo cultural. He descubierto el cinismo que hay en el capitalismo. Antes mirábamos a quienes vivían en Occidente y al mirar fuera no nos dábamos cuenta de lo difícil que es vivir mejor y tener que trabajar más para vivir mejor. En Rumanía teníamos un dicho: “Ellos hacen como que nos pagan, y nosotros hacemos como que trabajamos”. Ha sido un reto, tanto para quienes se quedaron como para quienes emigraron a occidente. Además, antes de la llegada del capitalismo era muy complicado darse cuenta de que uno era pobre, porque todos alrededor lo eran. Pero ahora, con el capitalismo, es difícil asumir la pobreza cuando vives rodeado de millonarios. 

-Y con el capitalismo, llegó el multiculturalismo...

-Sí, y una se imaginaba eso como un ejercicio basado en compartir, en dialogar con las otras culturas; pero en realidad, lo que surge es un mejunje que no significa nada, que lima todos los rasgos distintivos. Es una globalización muy decepcionante, que trae además una tendencia de Europa a abandonar su propia cultura. No hay un acercamiento, una convivencia armónica, distintas culturas conviviendo entre sí... Las culturas pierden su identidad para transformarse en una especie de pasta sin forma, color, ni rasgos distintivos.

En 2013, Ana Blandiana publicó en Rumanía un libro que ha sido recibido con mucho entusiasmo y ha tenido un gran éxito: Falso tratado de manipulación.

-Se trata de un ensayo sobre la manipulación construido a través de episodios autobiográficos de mi vida en Rumanía, durante la revolución, el post-comunismo y, claro, la etapa anterior. Es también un libro histórico.

-Y en cuanto a nuevos proyectos...

-Pues el éxito e este libro me ha dado la idea de escribir otro compartiendo mis experiencias en el extranjero, como forma de crear una imagen del mundo, no sólo de mi país. Aunque del mismo modo que hay quien se ha tomado Falso tratado de manipulación como un libro de memorias, habrá quien se tome este como un libro de viajes, aunque lo que intento es mostrar cómo funciona el mundo...

-¿En qué momento de su escritura se encuentra?

-Pues tengo ya más de doscientas páginas escritas. Entre otros viajes cuento cuando fui a la Unión Soviética. Yo venía de lo que consideraba un país comunista oprimido, pero allí me sentí una mujer libre; tal era el grado de terror y de falta de libertad en la URSS. Descubrí que incluso en el terror y la ausencia de libertades hay grados. Las experiencias que viví allí son dostoievskianas.

-Mayo del 68 la encontró en París.

-Sí, yo estaba allí de casualidad, me habían invitado a un recital de poesía junto a poetas de toda Europa, aunque yo era muy joven entonces, creo que me invitaron justo por eso, como era joven no tenían que andar investigando si pertenecía o no a la Securitate. Cada poeta leía sus poemas en la lengua original y luego dos actores interpretaban la traducción al francés. Mientras los actores recitaban yo me fijaba en el público, y me di cuenta, de pronto, de que había gente que lloraba al escuchar los poemas, y yo no entendía por qué. Otro poema, y la gente que llora aún más. Otro poema, e incluso quienes estábamos en el escenario comenzamos a llorar también. Nadie entendía qué ocurría. Afuera habían comenzado las revueltas, y la policía intentaba repelerlas con gases lacrimógenos.

Terminamos nuestros cafés y al salir de nuevo a la calle cae sobre Madrid el agua de mayo. Y uno se va pensando en la poesía de Blandiana, en su invitación a regresar al silencio para descubrir, en él, cuanto las palabras ocultan al ser dichas, al ser escritas. A encontrar, en el silencio del lenguaje, la verdadera poesía.

 

 

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